Alondra Ramírez y Sébastien Proust
Mérida, 26 de septiembre
¿Qué tienen en común productoras de miel melipona de la región Puuc, campesinos productores de milpa de Chacsinikin, mujeres lideres del refugio pesquero de Celestún, una socia de un centro de turismo comunitario en el cenote de Yokdzonot, una cooperativa de pescadores de Río Lagartos, bordadoras de X Pichil y productoras de harina de ramón del ejido tres garantías?
Como primer elemento, todas esas personas se dedican a conservar o manejar los recursos naturales en el mar, la selva y/o la milpa. Con sus acciones cuidan semillas, peces, árboles, diseños tradicionales y de esta forma contribuyen a la conservación o la recuperación de la biodiversidad de La Península de Yucatán. Algunas, lo han hecho por 2500 años (la milpa), otras iniciaron recientemente, como las mujeres productoras de ramón de tres garantías en Quintana Roo.
Como segundo elemento, todas ellas, son modelos de conservación a nivel nacional e internacional, ejemplo de ello, el refugio pesquero de Celestún, primero y único en Yucatán.
Por último, pero no menos importante, la fórmula para lograr todos esos beneficios ambientales, la cual pocas veces se visibiliza. Todos esos grupos han decidido organizarse, y muchos de ellos han escogido la figura de cooperativa para lograrlo.
Con el fin de fortalecer esta figura, la Sociedad Cooperativa Educe, la Unión de Cooperativas Co’ox Mayab, la Unidad de Proyectos Sociales de la Universidad Autónoma de Yucatán y el Programa de Pequeñas Donaciones del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo organizaron en conjunto un encuentro peninsular sobre buenas prácticas cooperativistas con el fin de invitar a distintas organizaciones a compartir sus experiencias de organización y trabajo en grupo para el bien colectivo.
El encuentro tuvo dentro de sus objetivos reunir a distintas organizaciones de Yucatán, Quintana Roo y Campeche para comprender el contexto en el que las organizaciones se encuentran a través de compartir sobre su quehacer diario, los retos a los que se han enfrentado, su historia, sus estructuras de gobernanza para impulsar la sostenibilidad.
El encuentro tuvo dos fases de interacción con los participantes.
En la primera se reflexionó desde un plan individual sobre diversos contextos en los que se encuentra su cooperativa. Es decir, cada persona pudo compartir, ¿qué les motivó a conformarse como grupo/cooperativa? ¿Qué retos han enfrenado? ¿Cómo los han solucionado? ¿Cuáles son las acciones más les han funcionado y cuáles no?
La segunda se llevó a cabo a través de la representación, los equipos por medio de títeres, actuaciones, risas y diálogos entre ellos ilustraron su realidad ante los demás grupos. Estas actividades concluyeron en una rica conversación y diálogo común de los participantes; haciéndose notar que no importa el eje productivo, sector o estado en el que se encuentre el grupo, al final los retos son similares y la mayoría converge en las mismas dudas y desafíos.
Con esta riqueza de los grupos se pretende llegar a otros quienes en el camino andan. Tocar más espacios y organizaciones.
El reto ahora para los organizadores se encuentra en la forma de sistematizar y comunicar todas estas buenas prácticas por medio de un método que sea adecuado, apropiado para quienes sea de interés. Como parte de la propuesta de los organizadores para devolver esta información se encuentran manuales de buenas prácticas cooperativistas, o difusión a través de radios comunitarias. Sin duda, este primer encuentro abre un diálogo que pocas veces se financia o estimula, pero que es indispensable para la permanencia y sostenibilidad de los proyectos en el territorio.
Durante el evento, algunos participantes, cooperativistas e implementadores de proyecto PPD, nos compartieron sus impresiones:
Martina López, presidenta de la cooperativa Selva Viva 3 g, en Quintana Roo, nos comparte que “el cooperativismo les permitió a las mujeres organizarse, y generar un ingreso a las familias haciendo algo que nos gusta, procesando la semillas y las hojas de Ramón”. “habiendo más cooperativas se pude acelerar la comercialización del Ramón y podríamos crear una unión para fortalecer su aprovechamiento”
Guillermo Marfil Marrufo, consejo de vigilancia de la cooperativa Manuel Cepeda Peraza de Rio Lagartos en Yucatán comentó durante el evento que “es la primera vez que participo en un evento así, compartiendo mi experiencia con otras cooperativas” “Pudimos conocer del punto de vista de todos, compartimos sobre el tema de igualdad de género, la importancia de la inclusión en las cooperativas”
Para Angelina Gutiérrez, de la comisión de turismo de la cooperativa de zona de refugio pesquero de Celestún, “el cooperativismo es importante por la parte social de la comunidad. Es una manera de poder trabajar juntos, hacia el bienestar de las familias, y tener una mayor claridad de vida mediante la unión y la fuerza. En resumen, permite tener un fin común para todas y todas.
Elvia Hau Osalde, de la cooperativa Zaaz Koolen Ha en Yokdzonot, nos comparte que “la cooperativa se dedica al turismo, en un cenote, y tenemos un restaurant y actividades de turismo comunitario”. “Nos organizamos porque la economía familiar era muy baja en la zona, y buscando mejorar fuimos buscando, mediante la organización, oportunidades nuevas”. “El cooperativismo es esencial, nos permite trabajar en equipo, no se podría llevar a cabo de forma solitaria.” También tenemos reglas claras de trabajo, cumplimiento de actividades, reuniones y eso nos permitió mantenernos por 19 años.
Para el PPD del PNUD, en alianza con la UADY, EDUCE Cooperativa y la cooperativa Co’ox Mayab, contribuir a apoyar el fortalecer el cooperativismo en el sureste mexicano constituye una estrategia eficaz para generar bienestar y mantener a largo plazo los beneficios ambientales. Nos comprometemos a seguir impulsando este movimiento, siempre en alianza y para el beneficio de comunidades locales.
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